miércoles, 22 de enero de 2014


¿Cómo sabemos que estamos hablando a la velocidad correcta?


Eso es difícil de establecer subjetivamente. Para ello necesitamos un avezado terapeuta del habla. La velocidad está también relacionada con el uso del aire. Debemos coger menos aire pero más seguido. Nos podemos dar una somera idea, si después de sostener una conversación, terminamos cansados vocalmente,  o incluso con  dolores musculares en la zona temporomandibular o escapular. También nos puede dar una pauta de alta velocidad, las veces que nos piden que repitamos una frase porque no nos entienden. Normalmente el que habla rápido responde a un perfil psicológico determinado. Una persona ansiosa, muy extrovertida, con necesidad de contar mucho en poco tiempo. Como el que habla más lento de lo necesario, suele ser una persona más minuciosa, con tendencia a la depresión. Es solo una  generalización superficial, pero aclara en algo los perfiles.


Si tenemos acento (por ejemplo andaluz) o pronunciamos mal la R o la S, ¿qué podemos hacer? ¿Intentamos disimular o corregir o mejor asumirlo?


Los acentos, la fonología propia de cada lugar es muy distinta a los problemas de  
¿Cómo sabemos que estamos hablando a la velocidad correcta?


Eso es difícil de establecer subjetivamente. Para ello necesitamos un avezado terapeuta del habla. La velocidad está también relacionada con el uso del aire. Debemos coger menos aire pero más seguido. Nos podemos dar una somera idea, si después de sostener una conversación, terminamos cansados vocalmente,  o incluso con  dolores musculares en la zona temporomandibular o escapular. También nos puede dar una pauta de alta velocidad, las veces que nos piden que repitamos una frase porque no nos entienden. Normalmente el que habla rápido responde a un perfil psicológico determinado. Una persona ansiosa, muy extrovertida, con necesidad de contar mucho en poco tiempo. Como el que habla más lento de lo necesario, suele ser una persona más minuciosa, con tendencia a la depresión. Es solo una  generalización superficial, pero aclara en algo los perfiles.


Si tenemos acento (por ejemplo andaluz) o pronunciamos mal la R o la S, ¿qué podemos hacer? ¿Intentamos disimular o corregir o mejor asumirlo?


Los acentos, la fonología propia de cada lugar es muy distinta a los problemas de articulación de uno o más sonidos del habla (sigmatismorotacisimo). Con respecto al acento de nuestro lugar de origen, todo depende de la necesidad o exigencia laboral a la que estamos sometidas. Si mantenerlo significa pérdida de trabajo o disminución de retribución económica, debo adaptarlo. En fin, si no me limita personal o laboralmente, bajo mi punto de vista, lo asumimos como rasgo de identidad propia.
Ahora, los problemas de articulación se deben corregir lo antes posible. Habrá que realizar una valoración concienzuda por un especialista en la materia, para establecer el  defecto, y saber si este es anatómico o funcional. Si es  orgánico, necesitamos un ortodoncista, un médico maxilofacial,  si es funcional, un rehabilitador del habla (logopedas).  La economía humana  es la suma de una gran cantidad de sistemas. La voz y el habla son solo una parte de esa red. A la larga, un defecto en uno de los mecanismos termina lesionando otros.